Archivos Mensuales: marzo 2013

Respuesta en dos tiempos (las 3 claves del Clásico del Pacífico)

filecdn.php

Casi nunca se puede acertar un partido en horas previas. A pesar del conocimiento del juego, el nudo de la historia intenta siempre no ser previsible. En definitiva, una decisión completamente inesperada del técnico, propia de su misma intuición, marca el camino. A sabiendas de lo dicho, cobró sobre el papel mucha atención la presencia de Carlos Lobatón. Markarián, apostador innato, quería sobrepasar dos cosas fundamentales: la presión chilena en salida y su intento por someternos. En lo primero, hay que decir que dio en la mismísima tecla. En lo otro, acabó perdiendo por el lento decaimiento de la aptitud defensiva. El rimense, como as bajo la manga, terminó pagando caro. La arriesgada solución que significaba hacer daño devolvió la acción en contra. Chile, en pequeños destellos, logró desangrar una defensa posicional que no conoce el orden en su totalidad. Desde el banquillo, Markarián decidió en un determinado momento agitar las cosas. En los mejores minutos de los locales, Sampaoli no halló más respuestas. No encontró a ninguno que le resuelva algo fatigoso e insostenible por naturaleza.

1. El juego del imán

Infravalorar la intención siempre ha sido culpable de no entender algunos cambios e incorporaciones. La apuesta por Lobatón y Cruzado en el mediocampo solo tuvo pocos segundos de explicación, pero llegó a ser clarísimo. Más que pases largos, era un continuo sometimiento. Ya en el contexto, se captaron dos facetas que hicieron funcionar la gesta. La primera se mecanizaba dentro de una salida. Con un Chile que estaba encima de Perú todo el tiempo, Fernández nunca tuvo intención de jugársela a los centrales. La propuesta iba muy clara. Balones largos a Pizarro. El delantero, una vez recibir y retener, tenía las líneas de pase muy claras, pues el primer apoyo que le salió a la vista fue de Ramírez. Aunque estuvo muy opaca su actuación de mediapunta, las intervenciones que llegó a dar en ese tránsito del partido tuvieron mérito. El balón una vez cubierto en sus pies, ya podía dar el siguiente paso, que era llegar a los centrocampistas. Cruzado o Lobatón, ocupando todo el ancho del terreno, llegaban finalmente a definir la jugada. La clave fue que, el sistema chileno, atraído como imán hacia los apoyos (Pizarro y Ramírez), quedó en time-out cuando se retrocedió la bola. Girado el ángulo de vista, lo que más llegó a estar en peligro fue su espalda. Y efectivamente. Para la ocasión, Hurtado y Farfán aprovecharon a sus marcas envueltas en pleno vértigo (imagen 1).

Desactivar la presión y lograr profundidad en una sola maniobra fue posible. Pero aquella salida no fue exclusiva. Como Perú de inicio optó por replegar, la mayor duda era en el momento del robo. Como salida ideal, el movimiento de ataque inicial era similar, y encima, más prometedor en cuanto a efectividad.

Con menos hombres detrás del balón y con el cambio rápido de mentalidad (transición defensiva), los chilenos sufrieron más del vértigo. En ocasiones contadas aunque mucho más vistas que la anterior, Pizarro atrajo y Lobatón finalizó -o mejor dicho, lo intentó- (imagen 2).

Más allá de lo previsto, contribuyeron de manera imperiosa -durante todos los 90 minutos- los robos y conducciones de Farfán. Sea en los balones divididos, rebotes o salidas a través de Mena, el peruano se merendó toda la banda. Su actuación, deslumbrante, brindó oxígeno a Perú y le permitió barrer contra toda comodidad en las salidas ofensivas de La Roja.

2. El ataque esporádico de Sampaoli

El ataque de la selección de Chile tuvo una característica fundamental si se quiere llevar al análisis: sus llegadas y oportunidades más serias nunca fueron continuas. Esto, básicamente, se presentó porque en su juego ofensivo jamás tuvo un gestor que sea el punto más referencia. En principio, la dirección de campo estuvo sujeta a la intervención de los delanteros. Beausejour, por ejemplo, fue el hombre que recibió más balones. Sin un apoyo claro de él por el gran trabajo de Herrera, los quites tempranos eran notables. El gran primer problema de Perú, era que, ante ese juego turbio, las salidas que se hizo a partir del 4-1-4-1 replegado no fueron sostenibles en prolongados tiempos. Pizarro no siempre logró ubicarse para las posibles recepciones y aquel juego de espaldas quedó limitado en solo rechaces. Estuvo Farfán, pero en plena inestabilidad, apareció la absoluta tranquilidad para Chile.

Ante los intentos, aquella circulación que no se prevé en un juego vertical, sorprendió repentinamente. Y sorprendió porque los errores peruanos más desapercibidos fueron los más determinantes. El primero, que la línea de Lobatón no estaba muy bien cubierta. En el 4-3-3 de Sampaoli existía la particularidad de contar con un volante más, que era Alexis. Retrasándose varios metros amenazó con girarse y romper barreras. Pero esto no se notó con punzada cuando apenas se pasaba por mitad de campo. El meollo se dio una vez producida las consecuencias de pasarse el balón de izquierda a derecha. Tras ganar posición, el central defensor nunca siguió a Sánchez (imagen 3).

Por último y como punto más fuerte, quedó Rojas. El central que fue siempre un desinhibido, cobró importancia en un par de jugadas del mejor tramo chileno en el primer tiempo. Con el sistema local mucho más retrasado (Pizarro empezó a ocuparse de Carmona y ya no de los centrales), las salidas del central ató una marca antes no vista. Como el lateral Mena se adelantaba, Farfán quedó apartado, y Ramírez, que anteriormente respiraba en la nuca de Carmona, ahora estaba cara a cara con Rojas. Entonces, una vez atada la línea de 4 y con los espacios mucho más descubiertos, Alexis quedó en un enfrentamiento directo con Lobatón, que por lógica, salió ganando a creces (imagen 4).

Tras los problemas, no solo se vieron enterradas las salidas, sino que, trajo consigo un desorden, propio de una situación completamente insostenible. Ante ese dolor de cabeza, Markarián dio por hecho el fracaso de su apuesta. Se había arriesgado, a su opinión. A ello, no respondió dando entrada a un especialista en cubrir o defender. Tomando en cuenta lo trajinado que estuvo Chile, quiso agitar las cosas, e hizo participar a Mariño. Con él, se activarían las puertas y los mejores 45 minutos que pudo recibir el estadio Nacional.

3. El secreto del triángulo

El segundo tiempo fue rojiblanco en su totalidad. Markarián, decidiendo ser más descarado, fue consciente también de los defectos contrarios. El más notable era la falta de un gestor. Es decir, ante una verticalidad indiscutida, quiso dañar exigiéndoles dominar lo que menos saben.

Estos 45 minutos fueron reconocidos como el tiempo de las transiciones. Si en la primera mitad se las evitó, ahora se las enfrentaría. Pero pese a ello, no existieron riesgos. Esta vez, Sergio se aseguró en todo. Como lo conservador pasó a revolucionario, obviar los problemas sería tonto. Sin embargo, el técnico uruguayo demostró que desde el nuevo plan se obtendría un beneficio grande. En primer lugar, las grandes características era que el equipo pasó a formar un 4-4-2, y que la marca dejó de ser retrasada; empezó desde muy arriba. Chile, frente a ese inconveniente no tuvo más respuesta que enviar pelotas largas y aéreas hacia sus delanteros. Ahora, con las pelotas divididas como tránsito y sin su opción a estar tranquilos -sino siempre luchando los balones y porque había una equivalente cantidad de gente detrás y por delante del esférico-, los rojiblancos salieron airosos. ¿De qué manera? La zona volante, la que recuperó con amplia ventaja, encontró tres salidas: Cruzado, Ramírez y Mariño. Los tres poseían capacidad de filtrar balones, y ante los pocos hombres chilenos, la superioridad peruana se generó a borbotones (imagen 5).

Lo imponente también, fue que Perú obtuvo en todo lugar una vía de escape. Recordemos que, en el primer tiempo, obtener salida desde atrás post-robo se convirtió en un imposible. Solo en zonas altas y a través del mejor Farfán se pudo llegar con peligro. Pero tras formatearse y empezar con las líneas adelantadas, todo poseyó caras nuevas. Farfán pasó a un segundo plano si cabe, y el tridente compuesto en el mediocampo se movilizó diferente.

Y es que las veces que Chile llegó a pisar el área ya no serían desde un ataque posicional sino de un contragolpe. Tras lo dicho, la desvinculación de Alexis Sánchez con el juego fue nada más una consecuencia. Aparte, el gran central Jesús Álvarez acertó en toda anticipación, y un supuesto retraso era un dolor de cabeza. A pesar de todo, evitar la impresionante carrera de Vargas era demasiado difícil. Para tranquilidad del sistema local, Ramírez y Cruzado retrocedieron hasta la última línea, y una vez recuperar -que se hizo con gran dificultad- la salida también era posible. Tras la nueva transición ofensiva peruana, el encuentro con Mariño siempre desató sonrisas. Disfrutando de metros por delante fue un martirio para Carmona, Medel y Aránguiz, que minutos después pagaría lo mismo que Lobatón: el cansancio físico y mental.

Sin Aránguiz ni Alexis retrasado, y en líneas generales, sin Chile teniendo oportunidad ante una defensa retrasada, Perú salió ganando y La Roja pasó a ser una embarcación sin vela. Markarián metió al rival en un problema que por lógica no saldría, y la inestabilidad pasó al otro bando. Voltearon la tortilla. Desde la grada y desde el punto de vista más emocional, Perú compensó todo ese primer tiempo con frescura. La calidad que brindaron los mediocampistas les otorgó calma y sobre todo, seguridad. Yotún, uno de los más errados, se atrevió a conquistar zonas más de un volante, y justo ahí, donde nadie menos se lo esperaba, robó, levantó cabeza, y la gloria pasó a ser del siempre encomiable jugador.

Etiquetado , , , , , , , , ,